De hecho esta decisión puede repercutir en nuestra sociedad, dada la capacidad que hemos demostrado como copiadores de acciones y actitudes de la gran potencia.
Una democracia corporativa donde las grandes empresas determinaran el rumbo político de las naciones aniquilaría cualquier posibilidad de los cambios y transformaciones a la que debe estar sometida cualquier sociedad.
Los grupos sociales de bajos ingresos y los sectores minoritarios perderán todos los derechos adquiridos y el capital pasará a dirigir de forma manifiesta el destino político de os países y el resto de la población continuará en el abandono y el ostracismo que le vendrá impuesto por los patrones.
De nada valdrán las luchas ni las escaramuzas, la rebeldía estará condenada y la libertad quedará anclada en el entorno de la estatua.
Ha de esperarse que esta decisión de la máxima instancia judicial norteamericana encuentre un gran muro de contención que detenga la avaricia de las grandes corporaciones para que la lucha por mundo mejor y más justo continúe su curso para satisfacción y gloria de la mayoría desarraigada y oprimida.
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