sábado, 6 de noviembre de 2010

De seres humanos, monstruos y otros desahogos


Nuestra sociedad, manifiesta constantemente, como una mínima parte de la humanidad da muestra constante de un afán por avasallar y ofrecer un trato humillante a quienes entienden como seres inferiores y sobre los cuales se regodean de sus deleznables acciones.

Son seres que se consideran por encima del bien y del mal, que no reconocen méritos más que en aquellos que forman parte de su combo o de su claque, lo que conlleva que otros deban sufrir y padecer situaciones provocadas por estos elementos deshumanizados y carentes de luz propia.

Existe en ellos un predominio de la parte aberrante y animal que poseemos los humanos. Su conducta la traza el lado infernal de su alma y su gozo se circunscribe a demostrar lo que consideran su poder. Están siempre donde pueden hacer daño, como si una especie de azar los colocara en las posiciones que le permitan realizar las hazañas y bestialidades que satisfacen su enfermizo ego.

Otros seres, sin embargo, hacen gala de templanza y con valentía resisten el embate de quienes tienen como única razón de su existencia provocar sufrimiento, angustia y desolación a otros congéneres.

Ante hechos como estos hay que cultivar la templanza del espíritu, resistir con firmeza y coraje, por que ellos no pasaran. Su capacidad de hacer daño es efímera y nunca podrán derrotar la dignidad y el decoro. No son más que unos pobres seres pusilánimes que situaciones coyunturales los han colocado en las posiciones para que manifiesten su odio y su veneno.

Es ahí donde está la diferencia, más allá de postulados, dogma y creencias religiosas. Lo importante y verdadero es que todos estamos en un lugar para manifestar lo que sentimos. El sufrimiento y el pesar son pasajeros y nos fortalece de alguna manera, mas quienes manifiestan odios y rencores van corroyendo su alma y vagará su espíritu por las tinieblas de su desgracia.

Cualquier parecido con una realidad padecida, es pura coincidencia.

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